Era una noche donde
la soledad se apoderaba de mi habitación, miraba como el minutero giraba y
esperaba esa hora indicada -12:00 am- por que sabia que podría hablar con esa
persona que a pesar de estar a miles de kilómetros la sentía a centímetro de mi
sofá, pensar que una hora no me era suficiente para calmar esas ganas de decir
hola, buenas noches y hasta pronto…
Esa persona que la
vi crecer, no física ni presencialmente pero si a través de su voz, fotos y
mensajes, una persona que me enseñaba otro idioma, me mostraba otro mundo con sus historias y me
dejaba ver su alma desnuda en un cuerpo lleno de prendas, me describía su
familia con un acento jocoso y me
plasmaba su futuro a través sonrisa.
Por cosas del
destino, la batería de ese reloj se iba agotando y sin más reparo un día se
freno; se perdió el hola, buenas noches y espero verte mañana… en esta historia
ese reloj ya estaba en el pulso de otra persona y con una nueva fuente de
energía; solo quedaba la esperanza que algún día volviera a mi esa manos
húmedas, esos nervios incontrolables y esas sonrisas nerviosas que se me solían
salir.
Sin mas reparo la
vida seguía y los días pasaban sin ninguna señal clara sobre esa persona, de
repente sobre mi foto, un me gusta a kilómetros me produjo una alegría
inesperada, la misma sonrisa nerviosa y el mismo gesto en mi cara… Después de unos
años sentía como esa distancia era tan solo centímetros cada vez más cortos,
las palabras más sinceras, los sentimientos más definidos y la sonrisa más
grande y perfecta que nunca.
A esa persona hoy
le quiero dar las gracias porque a pesar de que me desaparezco y me pierdo por
largos periodos de tiempo, El siempre reaparece y me saca risas con su mismo
acento, sus historias sobre el
Colombianito y la sonrisa que esta tan poco de ser perfecta.
Ferney T. Palacios